Aún recuerdo el pasado 30 de Abril como si hubiera sido ayer, pues fue uno de los días más especiales durante el desarrollo de mi practica en responsabilidad social; La cual realice en la Fundación Juvenil Hikari Yami ubicada en la localidad número siete (Bosa). Nunca me gusto estudiar los sábados pero aquí fue algo totalmente diferente siempre hacia y aprendía cosas de otras carreras ya que mi grupo de trabajo estaba conformado por: comunicadores sociales y gráficos, administradores e ingenieros.
Ese sábado empezó siendo un día común y corriente, nos reunimos a las 8:00
de la mañana como lo era de costumbre
siempre actualizábamos nuestro
cronograma de actividades y verificábamos
qué era teníamos pendiente para realizar durante la siguiente semana, luego de
realizar esta actividad tan importante procedimos a dar inicio a lo que
teníamos programado para este día “la visita al humedal la Isla”, en ese
momento todos empezamos alistar nuestras
bicicletas ya que los recorridos allí son muy largos y de esta manera nos
rendía más el día.
Como era habitual contábamos con la compañía de Luis Tuta el representante legal de la Fundación quien
fue la persona que nos guio por cada una de la calles del camino que nos
llevaría al Humedal la Isla.
Durante el trayecto nos encontramos con algunos obstáculos, primero Bosa
es una localidad bastante grande y llena de comercio, las calles son muy
pequeñas y esto hacia más difícil nuestro recorrido ya que a mis compañeros y a
mí nos daba pánico que los carros se nos
acercaran, segundo el viernes anterior a nuestra practica llovió mucho y esto
hizo que las calles estuvieran llenas de lodo; cada vez que nos acercábamos más
a nuestro destino las calles iban desmejorando y manejar las bicicletas se
hacía más difícil; las calles estaban enlodadas y aquí fue el momento donde
empezamos a practicar “ciclo montañismo” como dijo Luis. Las bicis se
deslizaban, se hundían, hasta el punto de no poder manejar más y terminar el
trayecto caminando.
Después de algo más de 30 minutos de recorrido empezamos a observar que
las calles ya no eran de asfalto y que los barrios ya no estaban tan poblados, recorrimos
unos pocos metros más y llegamos a una zona totalmente rural donde Luis nos indicó
que habíamos llegado al humedal; en ese momento algunos quisimos observar
espejos de agua pero desafortunadamente la Isla ya no cuenta con esto. Aunque la
zona es fresca y húmeda, las aves migratorias eran escasas, el aire se conservaba
fresco y puro, se escuchaba el canto de los pájaros y el movimiento de las
hojas en los árboles. Pero no muy lejos de este tranquilo lugar se están
realizando grandes construcciones que podían perturbar la tranquilidad de la
zona.
Luego de observar el humedal continuamos por la “vía láctea” como es conocida
la zona, una trocha que nos conducía al
Rio Bogotá durante el camino nos encontramos a la señora Alba Lucia Tovar, una
señora de 54 años de edad, con quien pudimos interactuar y nos compartió sus
vivencias en el sector ya que es vecina del humedal desde hace 11 años, nos
comentó que la vida allí es muy tranquila, no tienen problemas de inseguridad,
la economía de su familia en la actualidad se basa en el reciclaje, pero
anteriormente su principal medio de ingresos era la ganadería pero por las
nuevas construcciones que se están realizando tuvieron que vender sus animales
ya que no como mantenerlos.
Luego de nuestra conversación con la señora Alba Lucia, continuamos
nuestro recorrido encontrándonos con tres hermosas ardillas o comadrejas?
Bueno, no sabemos bien ya que esto entro en debate con el grupo unos decíamos
una cosa y otros otra, nunca sabremos en realidad que eran ya que no pudimos
observar bien porque salieron corriendo.
Finalmente el camino que tomamos nos llevó al rio Bogotá, pudimos
observar los daños tan grandes que causamos los seres humanos a la naturaleza,
el caudal de este río tan importante está lleno de basuras y otros residuos que
generan contaminación, esto generó mucha indignación ver cómo hacemos tanto daño
a estas riquezas naturales. Después de haber realizado este recorrido tan
especial donde pudimos observar animales de muchas especies, respirar aire puro
y tener tranquilidad al estar lejos de los ruidos de la ciudad, llegamos a la
conclusión que el olvido que tenemos hacia los humedales es considerado como el
impacto más fuerte, ya que no prestarles la atención adecuada representaría
perder este regalo de la naturaleza, realmente debemos cambiar nuestra manera
de actuar y pensar, debemos conservar estos espacios tan valiosos y no dejarlos
perder absorbidas por las grandes
ciudades.
A nuestro regreso y cansados por el recorrido cada uno trajo una
reflexión, pues si bien no podemos frenar el llamado desarrollo y crecimiento
urbano vale la pena luchar por crear consciencia frente al cuidado y protección
de estos espacios que son únicos y cada vez más escasos en la ciudad, además de
brindarnos bienestar también forman parte estratégica del medio ambiente.
Escrito Por: Deisy Rozo y Erika Sierra
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