martes, 28 de junio de 2016

Crónica La Utopía del Humedal








Siempre me ha resultado algo difícil arrancar a escribir y más cuando tengo la obligación de hablar sobre una temática específica, un escenario que relatar o la simple necesidad de comunicarme; tengo que reconocer que estar sentado al frente de una pantalla que irradia tanta luz y un teclado que compite con las gotas de lluvia que golpean repetidamente mi tejado a ver cuál de las dos logrará desesperarme primero, convierte mis procesos creativos en situaciones difíciles de las cuales solo logró escapar cerrando los ojos y permitiendo que la oscuridad de mi cerebro invada la habitación.
Con la ausencia de luz de cómplice y el silencio que permite recrear todo tipo de escenas que he vivido o que me gustaría ver, he decidido imaginarme un paisaje, un ecosistema que me brinde tranquilidad , pues me he dado cuenta que los escenarios que tienen verdes praderas y hermosos animales resultan ser el mejor catalizador para mi cabeza; entre tanto ecosistema que existe en el mundo y tanta propaganda que diariamente absorbe mi mente sobre “salven el medio ambiente”, he decidido seleccionar los humedales, pues días atrás había escuchado que estos ecosistemas son algo así como “hoteles” para las aves, lo cual me obligó a imaginarme cientos de patos, palomas y pájaros de toda clase con maletas en mano, algo así como los dibujos animados de Walt Disney en donde cualquier ser vivo tiene voz y comportamientos humanos.
Resuelto el sitio a imaginar y con la disposición de lograr una experiencia satisfactoria para calmarme y organizar mis ideas para escribir, me he dispuesto en “cuerpo y alma” como diría mi mamá para imaginarme un humedal; empiezo con un cielo azul lleno de blancas nubes y un sol amarillo como los que se dibujan con crayolas con la complicidad de la temprana edad; difícil imaginarse otro tipo de sol con el calentamiento que enfrentamos hace un tiempo en la ciudad de Bogotá, eso qué denominan los grandes “sabedores” del tema como Fenómeno del Niño, este nombre deja una sensación extraña en mí y me pone a pensar si los niños en realidad somos tan calientes como el sol de esos días o si las personas
que utilizaron ese nombre para designar este fenómeno climático, tenían que soportar a un niño con altas temperaturas, en fin, este será otro tema a resolver.
Puesto el sol y las nubes, he decidido empezar a recrear los terrenos de este humedal, en este momento, mi imaginación pasó de ese fascinante color negro que permite pintar todo lo que se me ocurra a un enceguecedor blanco lleno de dudas; pues para imaginarme un humedal debía primero conocerlo, esto me ha obligado a interrumpir la tranquilidad que había conseguido al cerrar mis ojos y llenarme de la luz que brinda la pantalla de mi computador he iniciar mi búsqueda de lo que es un humedal.
Cursor aquí, click allá y varias lecturas, me dieron algo de luces en esta oscuridad sobre la esencia de los humedales, de su similitud con las esponjas y su importancia a la hora de contener y filtrar el agua que viene de los ríos con el fin de guardar este valioso recurso para futuras sequías, además de esto, su importancia como ecosistema para los animales que lo habitan, caso tal como el de la Tingua “Bogotana”,ave única de los humedales de la capital colombiana o el caso de la comadreja, quien encuentra en este ecosistema, un hábitat perfecto para subsistir. Una de las frases que más me llama la atención en mi búsqueda es “El Humedal es uno de los ecosistemas más variados del mundo”, lo cual me lleva a pensar que Bogotá es un sitio privilegiado, pues muchos datos indican que anteriormente se encontraban hasta 50 mil hectáreas de este ecosistema en la ciudad.
Ahora sí, con el panorama claro y la concepción de humedales decifrada, no queda más que apagar la pantalla de mi computador y dejar que mi imaginación recreé este espacio, que por lo que logré investigar es un ecosistema envidiable, como todo lo que respecta a fauna y flora en Colombia. Retorna la oscuridad a mis ojos y con ella el lienzo perfecto que permite recrear los buchones, las plantas de junca, un espejo de agua cristalino que se va filtrando y reservando para las épocas de sequía, miles de aves entre Tinguas, lechuzas, pato Zambullidor, garzas y peces como la guapucha quien es un pescado nativo de la sabana de Bogotá; Comadrejas, curíes, ranas y libélulas; debo reconocer que después de esto tuve tanta paz y claridad en mí que fui incapaz de escribir o investigar sobre otra cosa diferente a los Humedales.
Aprovechando que una de mis clases universitarias me permitía algo de flexibilidad a la hora de seleccionar lo que quería investigar en el semestre, a mi mente no vino otra afirmación que el deseo de querer corroborar qué tan similar eran los humedales a lo que me había imaginado y a lo poco que había podido referenciar en internet; así mismo quería conocer la localidad de Bosa, pues siempre me había inquietado la idea que en cualquier parte de la ciudad de Bogotá se encuentra un bus que va para Bosa, lo cual convierte a esta localidad en algo así como la Roma antigua, en donde era muy famoso decir “todos los caminos te llevan a Roma” o en mi caso particular todos los caminos te llevan a Bosa.
La Fundación Hikari Yami, es una fundación juvenil que trabaja en la localidad de Bosa y a su vez serviría de puente para encontrarme con los humedales de Bosa que para este caso son dos: Tibanica y La Isla, este último declarado hace poco como humedal, lo cual me llama mucho la atención; antes de que fuera declarado humedal qué era ¿potrero?, ¿zona verde? o un pedazo de tierra buscando que los seres humanos le pusiéramos nombre; en dudas como esta es cuando llego a pensar en el cinismo del ser humano, pues nos hemos creído con la autoridad de clasificar hasta la misma naturaleza y creernos dueños y señores de ella, como si la naturaleza no pudiera vivir sin nosotros; irónicamente querido lector, somos tan solo una puntada en esta colcha de retazos llamado planeta tierra y muy seguramente sin nosotros el complejo sistema del planeta seguiría trabajando a la perfección sin nosotros, es aquí donde quiero aclarar que La Isla no es un humedal nuevo, los nuevos somos nosotros que como ciudadanos tardamos varios años en comprender que este espacio era un humedal.
Tras varios días asistiendo a la Fundación Hikari Yami y siendo testigo fiel de su trabajo en la Localidad de Bosa, por fín llego el día de conocer los humedales, el primero en conocer, será Tibanica. Para llegar a este sitio atravesamos varias calles, algo diminutas en comparación al flujo de carros que se ve en ellas, algo así como una pequeña vena recibiendo el torrente sanguíneo de una arteria; avanzando en el recorrido, se pueden ver varias calles “destapadas” como si el terreno hubiera adquirido vida propia y se hubiera desprendido del asfalto en protesta por la urbanización descontrolada a la que lo someten; irónicamente, la antesala para llegar a Tibanica es un conjunto residencial de apartamentos,
lo cual no deja ninguna duda del escenario actual en el que se mueve la localidad y en general la ciudad, urbanizaciones desmesuradas a diestra y siniestra.
Tengo que confesar que al llegar a este humedal mis percepciones anteriores empezaron a convertirse lentamente en utopías pues desgraciadamente la mano del hombre a victimizado tanto esta tierra que los lindos paisajes y lindas especies de animales debería ser parte de este ecosistema, pero con tanta alteraciones que ha sufrido son solo utopías. El espejo de agua tan característico de los humedales se ha marchado de Tibanica y de él solo quedan huellas sobre la tierra seca y cuarteada gracias a esos soles amarillos que nos han empezado a mostrar que el calentamiento global no es solo un dicho o una fantasía, sino que en realidad la tierra ha empezado a calentarse de manera descontrolada y reflejo de ello es Tibanica o lo que queda de ello.
Para acabar de completar esta compleja formula que da como resultado un humedal en alerta naranja hay que agregarle el paso del hombre, si de nosotros, los seres humanos e “inteligentes”; las problemáticas de Tibanica más latentes actualmente son la inseguridad el arrojo de basuras que empaña cada vez más ese color verde que ha logrado subsistir a pesar de las construcciones, los robos de tierra y el abuso de la raza humana.
Obviamente no todo en Tibanica son vestigios del ayer, también hay zonas verdes y pequeños árboles que representan las esperanzas de volver a encontrar al Tibanica que se perdió en el tiempo, existen personas como la señora Tina Fresneda que han dejado su vida en el humedal, al escucharla parece que este sitio hubiera adquirido voz propia y reflejara su inconformismo por la manera en que se ha tratado.

Tal fue mi impacto en esta problemática que el humedal dejo de ser la excusa para lograr encontrar la calma para escribir y se convirtió en motivo y razón de estas letras, las cuales espero infundan en quien las lea el deseo y las ganas de conocer lo humedales o por lo menos de apropiarse un poco más de estos espacios que son los pulmones de nuestra ciudad.
 Escrita por Oliver Molano

sábado, 25 de junio de 2016

Más allá de lo que podemos ver



Aún recuerdo el pasado 30 de Abril como si hubiera sido ayer, pues fue uno de los días más especiales durante el desarrollo de mi practica en responsabilidad social; La cual realice en la Fundación Juvenil Hikari Yami ubicada en la localidad número siete (Bosa). Nunca me gusto estudiar los sábados pero aquí fue algo totalmente diferente siempre hacia y aprendía cosas de otras carreras ya que mi grupo de trabajo estaba conformado por: comunicadores sociales y gráficos, administradores e ingenieros.  

Ese sábado empezó siendo un día común y corriente, nos reunimos a las 8:00 de la mañana  como lo era de costumbre siempre actualizábamos nuestro  cronograma  de actividades y verificábamos qué era teníamos pendiente para realizar durante la siguiente semana, luego de realizar esta actividad tan importante procedimos a dar inicio a lo que teníamos programado para este día “la visita al humedal la Isla”, en ese momento todos empezamos alistar  nuestras bicicletas ya que los recorridos allí son muy largos y de esta manera nos rendía más el día.

Como era habitual contábamos con la compañía de Luis Tuta  el representante legal de la Fundación quien fue la persona que nos guio por cada una de la calles del camino que nos llevaría al Humedal la Isla.

Durante el trayecto nos encontramos con algunos obstáculos, primero Bosa es una localidad bastante grande y llena de comercio, las calles son muy pequeñas y esto hacia más difícil nuestro recorrido ya que a mis compañeros y a mí  nos daba pánico que los carros se nos acercaran, segundo el viernes anterior a nuestra practica llovió mucho y esto hizo que las calles estuvieran llenas de lodo; cada vez que nos acercábamos más a nuestro destino las calles iban desmejorando y manejar las bicicletas se hacía más difícil; las calles estaban enlodadas y aquí fue el momento donde empezamos a practicar “ciclo montañismo” como dijo Luis. Las bicis se deslizaban, se hundían, hasta el punto de no poder manejar más y terminar el trayecto caminando.

Después de algo más de 30 minutos de recorrido empezamos a observar que las calles ya no eran de asfalto y que los barrios ya no estaban tan poblados, recorrimos unos pocos metros más y llegamos a una zona totalmente rural donde Luis nos indicó que habíamos llegado al humedal; en ese momento algunos quisimos observar espejos de agua pero desafortunadamente la Isla ya no cuenta con esto. Aunque la zona es fresca y húmeda, las aves migratorias eran escasas, el aire se conservaba fresco y puro, se escuchaba el canto de los pájaros y el movimiento de las hojas en los árboles. Pero no muy lejos de este tranquilo lugar se están realizando grandes construcciones que podían perturbar la tranquilidad de la zona.

Luego de observar el humedal continuamos por la “vía láctea” como es conocida la zona,  una trocha que nos conducía al Rio Bogotá durante el camino nos encontramos a la señora Alba Lucia Tovar, una señora de 54 años de edad, con quien pudimos interactuar y nos compartió sus vivencias en el sector ya que es vecina del humedal desde hace 11 años, nos comentó que la vida allí es muy tranquila, no tienen problemas de inseguridad, la economía de su familia en la actualidad se basa en el reciclaje, pero anteriormente su principal medio de ingresos era la ganadería pero por las nuevas construcciones que se están realizando tuvieron que vender sus animales ya que no como mantenerlos.

Luego de nuestra conversación con la señora Alba Lucia, continuamos nuestro recorrido encontrándonos con tres hermosas ardillas o comadrejas? Bueno, no sabemos bien ya que esto entro en debate con el grupo unos decíamos una cosa y otros otra, nunca sabremos en realidad que eran ya que no pudimos observar bien porque salieron corriendo.

Finalmente el camino que tomamos nos llevó al rio Bogotá, pudimos observar los daños tan grandes que causamos los seres humanos a la naturaleza, el caudal de este río tan importante está lleno de basuras y otros residuos que generan contaminación, esto generó mucha indignación ver cómo hacemos tanto daño a estas riquezas naturales. Después de haber realizado este recorrido tan especial donde pudimos observar animales de muchas especies, respirar aire puro y tener tranquilidad al estar lejos de los ruidos de la ciudad, llegamos a la conclusión que el olvido que tenemos hacia los humedales es considerado como el impacto más fuerte, ya que no prestarles la atención adecuada representaría perder este regalo de la naturaleza, realmente debemos cambiar nuestra manera de actuar y pensar, debemos conservar estos espacios tan valiosos y no dejarlos perder absorbidas  por las grandes ciudades.

A nuestro regreso y cansados por el recorrido cada uno trajo una reflexión, pues si bien no podemos frenar el llamado desarrollo y crecimiento urbano vale la pena luchar por crear consciencia frente al cuidado y protección de estos espacios que son únicos y cada vez más escasos en la ciudad, además de brindarnos bienestar también forman parte estratégica del medio ambiente.

                                                 Escrito Por:  Deisy Rozo y Erika Sierra