Siempre me ha resultado algo difícil arrancar a escribir
y más cuando tengo la obligación de hablar sobre una temática específica, un
escenario que relatar o la simple necesidad de comunicarme; tengo que reconocer
que estar sentado al frente de una pantalla que irradia tanta luz y un teclado
que compite con las gotas de lluvia que golpean repetidamente mi tejado a ver
cuál de las dos logrará desesperarme primero, convierte mis procesos creativos
en situaciones difíciles de las cuales solo logró escapar cerrando los ojos y
permitiendo que la oscuridad de mi cerebro invada la habitación.
Con la ausencia de luz de cómplice y el silencio que
permite recrear todo tipo de escenas que he vivido o que me gustaría ver, he
decidido imaginarme un paisaje, un ecosistema que me brinde tranquilidad , pues
me he dado cuenta que los escenarios que tienen verdes praderas y hermosos
animales resultan ser el mejor catalizador para mi cabeza; entre tanto
ecosistema que existe en el mundo y tanta propaganda que diariamente absorbe mi
mente sobre “salven el medio ambiente”, he decidido seleccionar los humedales,
pues días atrás había escuchado que estos ecosistemas son algo así como
“hoteles” para las aves, lo cual me obligó a imaginarme cientos de patos, palomas
y pájaros de toda clase con maletas en mano, algo así como los dibujos animados
de Walt Disney en donde cualquier ser vivo tiene voz y comportamientos humanos.
Resuelto el sitio a imaginar y con la disposición de
lograr una experiencia satisfactoria para calmarme y organizar mis ideas para
escribir, me he dispuesto en “cuerpo y alma” como diría mi mamá para imaginarme
un humedal; empiezo con un cielo azul lleno de blancas nubes y un sol amarillo
como los que se dibujan con crayolas con la complicidad de la temprana edad;
difícil imaginarse otro tipo de sol con el calentamiento que enfrentamos hace
un tiempo en la ciudad de Bogotá, eso qué denominan los grandes “sabedores” del
tema como Fenómeno del Niño, este nombre deja una sensación extraña en mí y me
pone a pensar si los niños en realidad somos tan calientes como el sol de esos
días o si las personas
que utilizaron ese nombre para designar este fenómeno
climático, tenían que soportar a un niño con altas temperaturas, en fin, este
será otro tema a resolver.
Puesto el sol y las nubes, he decidido empezar a recrear
los terrenos de este humedal, en este momento, mi imaginación pasó de ese
fascinante color negro que permite pintar todo lo que se me ocurra a un
enceguecedor blanco lleno de dudas; pues para imaginarme un humedal debía
primero conocerlo, esto me ha obligado a interrumpir la tranquilidad que había
conseguido al cerrar mis ojos y llenarme de la luz que brinda la pantalla de mi
computador he iniciar mi búsqueda de lo que es un humedal.
Cursor aquí, click allá y varias lecturas, me dieron algo
de luces en esta oscuridad sobre la esencia de los humedales, de su similitud
con las esponjas y su importancia a la hora de contener y filtrar el agua que
viene de los ríos con el fin de guardar este valioso recurso para futuras
sequías, además de esto, su importancia como ecosistema para los animales que
lo habitan, caso tal como el de la Tingua “Bogotana”,ave única de los humedales
de la capital colombiana o el caso de la comadreja, quien encuentra en este
ecosistema, un hábitat perfecto para subsistir. Una de las frases que más me
llama la atención en mi búsqueda es “El Humedal es uno de los ecosistemas más
variados del mundo”, lo cual me lleva a pensar que Bogotá es un sitio privilegiado,
pues muchos datos indican que anteriormente se encontraban hasta 50 mil
hectáreas de este ecosistema en la ciudad.
Ahora sí, con el panorama claro y la concepción de
humedales decifrada, no queda más que apagar la pantalla de mi computador y
dejar que mi imaginación recreé este espacio, que por lo que logré investigar
es un ecosistema envidiable, como todo lo que respecta a fauna y flora en
Colombia. Retorna la oscuridad a mis ojos y con ella el lienzo perfecto que
permite recrear los buchones, las plantas de junca, un espejo de agua
cristalino que se va filtrando y reservando para las épocas de sequía, miles de
aves entre Tinguas, lechuzas, pato Zambullidor, garzas y peces como la guapucha
quien es un pescado nativo de la sabana de Bogotá; Comadrejas, curíes, ranas y
libélulas; debo reconocer que después de esto tuve tanta paz y claridad en mí
que fui incapaz de escribir o investigar sobre otra cosa diferente a los
Humedales.
Aprovechando que una de mis clases universitarias me
permitía algo de flexibilidad a la hora de seleccionar lo que quería investigar
en el semestre, a mi mente no vino otra afirmación que el deseo de querer
corroborar qué tan similar eran los humedales a lo que me había imaginado y a
lo poco que había podido referenciar en internet; así mismo quería conocer la
localidad de Bosa, pues siempre me había inquietado la idea que en cualquier
parte de la ciudad de Bogotá se encuentra un bus que va para Bosa, lo cual
convierte a esta localidad en algo así como la Roma antigua, en donde era muy
famoso decir “todos los caminos te llevan a Roma” o en mi caso particular todos
los caminos te llevan a Bosa.
La Fundación Hikari Yami, es una fundación juvenil que
trabaja en la localidad de Bosa y a su vez serviría de puente para encontrarme
con los humedales de Bosa que para este caso son dos: Tibanica y La Isla, este
último declarado hace poco como humedal, lo cual me llama mucho la atención;
antes de que fuera declarado humedal qué era ¿potrero?, ¿zona verde? o un
pedazo de tierra buscando que los seres humanos le pusiéramos nombre; en dudas
como esta es cuando llego a pensar en el cinismo del ser humano, pues nos hemos
creído con la autoridad de clasificar hasta la misma naturaleza y creernos
dueños y señores de ella, como si la naturaleza no pudiera vivir sin nosotros;
irónicamente querido lector, somos tan solo una puntada en esta colcha de
retazos llamado planeta tierra y muy seguramente sin nosotros el complejo
sistema del planeta seguiría trabajando a la perfección sin nosotros, es aquí donde
quiero aclarar que La Isla no es un humedal nuevo, los nuevos somos nosotros
que como ciudadanos tardamos varios años en comprender que este espacio era un
humedal.
Tras varios días asistiendo a la Fundación Hikari Yami y
siendo testigo fiel de su trabajo en la Localidad de Bosa, por fín llego el día
de conocer los humedales, el primero en conocer, será Tibanica. Para llegar a
este sitio atravesamos varias calles, algo diminutas en comparación al flujo de
carros que se ve en ellas, algo así como una pequeña vena recibiendo el
torrente sanguíneo de una arteria; avanzando en el recorrido, se pueden ver
varias calles “destapadas” como si el terreno hubiera adquirido vida propia y
se hubiera desprendido del asfalto en protesta por la urbanización descontrolada
a la que lo someten; irónicamente, la antesala para llegar a Tibanica es un
conjunto residencial de apartamentos,
lo cual no deja ninguna duda del escenario actual en el
que se mueve la localidad y en general la ciudad, urbanizaciones desmesuradas a
diestra y siniestra.
Tengo que confesar que al llegar a este humedal mis
percepciones anteriores empezaron a convertirse lentamente en utopías pues
desgraciadamente la mano del hombre a victimizado tanto esta tierra que los
lindos paisajes y lindas especies de animales debería ser parte de este
ecosistema, pero con tanta alteraciones que ha sufrido son solo utopías. El
espejo de agua tan característico de los humedales se ha marchado de Tibanica y
de él solo quedan huellas sobre la tierra seca y cuarteada gracias a esos soles
amarillos que nos han empezado a mostrar que el calentamiento global no es solo
un dicho o una fantasía, sino que en realidad la tierra ha empezado a
calentarse de manera descontrolada y reflejo de ello es Tibanica o lo que queda
de ello.
Para acabar de completar esta compleja formula que da
como resultado un humedal en alerta naranja hay que agregarle el paso del
hombre, si de nosotros, los seres humanos e “inteligentes”; las problemáticas
de Tibanica más latentes actualmente son la inseguridad el arrojo de basuras
que empaña cada vez más ese color verde que ha logrado subsistir a pesar de las
construcciones, los robos de tierra y el abuso de la raza humana.
Obviamente no todo en Tibanica son vestigios del ayer,
también hay zonas verdes y pequeños árboles que representan las esperanzas de
volver a encontrar al Tibanica que se perdió en el tiempo, existen personas
como la señora Tina Fresneda que han dejado su vida en el humedal, al
escucharla parece que este sitio hubiera adquirido voz propia y reflejara su
inconformismo por la manera en que se ha tratado.
Tal fue mi impacto en esta problemática que el humedal
dejo de ser la excusa para lograr encontrar la calma para escribir y se
convirtió en motivo y razón de estas letras, las cuales espero infundan en
quien las lea el deseo y las ganas de conocer lo humedales o por lo menos de
apropiarse un poco más de estos espacios que son los pulmones de nuestra
ciudad.
Escrita por Oliver Molano
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