lunes, 30 de enero de 2012

Reflexiones sobre Tecnología Inteligente


Reconozco que estaba preparando un artículo sobre cómo se produce tecnología verde (verde, porque ahora a todo lo que presuma de ayudar al medio ambiente se le da ese adjetivo), pero entonces me encontré en mi perfil con una caricatura de Gaturro acerca de la tecnología inteligente. De inmediato un “me gusta” y un “Compartir”. **

¿De qué trata la caricatura? Palabras más, palabras menos, es una invitación a los gobiernos a que inviertan más en educación, para hacer personas inteligentes, que en tecnología, para hacer productos inteligentes.
Y aunque el término “tecnología inteligente” se usa para referir productos que van más allá de su funcionalidad tradicional, cada vez requiriendo la intervención humana en menor cantidad para realizar sus funciones (Edificios que auto regulan la temperatura, la luz, las puertas; celulares que responden a comandos de voz; neveras que solicitan mercado cuando están vacías e incluso, autos y aviones que se conducen y guían solos, algunos ejemplos de productos inteligentes), si existe una relación directa y muy negativa, aunque escasamente visible, entre la inteligencia humana y la inteligencia de la tecnología.

En muchos casos, la inteligencia tecnológica causa una disminución de la inteligencia humana, en lugar de ayudarle a crecer, la hace perezosa y dubitativa (no crítica). ¿Cuántos recuerdan cada vez menos fechas importantes porque en Internet tienes quien se lo recuerde? ¿Cuántos evitan aprenderse una dirección porque el carro le indica dónde queda en el mapa? ¿Cuántos dejaron de aprenderse las direcciones de sus páginas web si con recordar la palabra clave es suficiente para el buscador? ¿Cuántos dudan del resultado de una operación matemática sencilla, hecha mentalmente, hasta que no la realizan en calculadora? Y eso no es ser práctico, como muchos pensarán, ser práctico es lo contrario: operar sin calculadora, llegar a una dirección cuando no hay un mapa, etc.

La tecnología inteligente requiere de usuarios inteligentes, que sepan hasta donde deben usarla y delegarle tareas, que puedan criticarla para hacerla mejorar, que sean conscientes de qué beneficios traen, y más importante aún, que sepan cuando dejarlas a un lado. Y eso, en especial lo último, ya casi no se enseña.

**Nota Aclaratoria: La imagen no fue publicada ni por mí, ni por la fundación. Se hizo lo posible por encontrarla en una fuente oficial proveniente de Nik, el creador y dueño de los derechos de autor de Gaturro, pero no fue posible hallarla.

Juan Gabriel Bobadilla

Fundación Hikari Yami

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